sábado, 22 de marzo de 2014

INDIA


No sé si fue el olor de sus calles, o el ruido constante en cada rincón; no sé si fue la paradoja constante entre el caos y la calma en cada templo; o si fue la inocencia de quienes pedían en realidad con astucia o la astucia de los que venden flores en el Ganges; no sé si fue la música o los gritos, ni si fue su propia interpretación de la palabra elegancia, o incluso, la manera que tenían de prestarnos sus ojos y tendernos sus manos. No sé si fue el humo que repetía que alguien acababa de morir o la ausencia de lagrimas al rededor de la hoguera; no sé si fue la adrenalina inevitable al circular por sus carreteras o la impotencia de no poder ser siempre útil. No sé si fue el "por qué" constante en mi cabeza o la ausencia de respuestas; ni si fue el ejemplo de quienes tienen tanto pero tan poco en realidad.

Y a pesar de que tampoco estoy segura de esto, creo que fue su color. Creo que fue el color de su ropa, el color de las calles, de su voz, de la calma, y sobre todo el color del perfecto caos lo que me hizo enamorarme de la India.





2 comentarios:

  1. Has conseguido emocionarme de verdad

    Hugo

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  2. Increíble. Me encanta como escribes, se nota que lo dices de corazón. Ahora tengo ganas de ir!

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